3 de marzo, 2015

Ser independiente

La cualidad o condición de ser independiente suele ser percibida muy superficialmente. A veces es difícil ver lo que la independencia significa más allá del panorama general. A veces sobrevaloramos cierta independencia aparente pero ignoramos la independencia en su estado más puro y valioso, que es la raíz de donde las decisiones nacen.

Ser independiente no significa vivir solo. Ser independiente no significa trabajar y tener un ingreso propio. Ser independiente no significa ser jefe de uno mismo, o ser dueño de un comercio. Ser independiente no es ser rebelde. Ser independiente no equivale a no tener ataduras.

Todas estas imágenes vienen rápidamente a la mente cuando uno piensa en la independencia. Pero no significan independencia. Todas son manifestaciones de independencia, sí, pero ser una persona independiente es una condición mental mucho más amplia.

Ser independiente significa ser mentalmente autosuficiente y capaz de reflexionar, procesar y concebir ideas firmes y propias, no libres de influencia, pero sí libres de intoxicación y manipulación externa. Suficientemente firmes como para mantenerse alineadas a la convicción e ideales de uno mismo, más allá de las alteraciones que el medio sufra. Pero sensibles y abiertas a la autoevaluación y adaptación consciente por parte de uno. Y sobre todo significa ser capaz de accionar para ir en pos de esos ideales.

Independiente es quien por decisión y convicción se va, así como lo es el que por la misma razón regresa. Ser independiente no significa estríctamente pelear solo, sino ser consciente y firme a la hora de elegir junto a quién pelear. Atreverse a salir a buscar el éxito personal, no importa cual sea. Eso es ser independiente.

La independencia no es un estado financiero, laboral o social. Es un estado psíquico y espiritual.